viernes, 19 de junio de 2015

La Retirada

No quedan incendiadas aves flameando sobre mi cabeza: que el cielo no guarde ni un atisbo me apena más que el final de la guerra. Y hablo de la cabeza mía ya que todas las celadas desaparecieron con la retirada, mañana la lluvia se llevará los cascos, los botones del sudario, las astillas encarnadas en el barro, la música que bramaba de los cardinales. Desde esta torre solía ver el mundo. Ahora el párpado del mundo tiembla contraído en el horizonte. Cada muñón reventado como una fruta, cada grito, cada mano elegida por el sable, cada hueso hirviendo entre las napas formará una lámina tras otra en el nuevo cielo.